Recuerdo cuando era un crío, a principios de los años 90, cómo nos bombardeaban con noticias y anuncios de prevención contra el SIDA. Aquella oleada donde incluso enseñaban al alumnado menor de edad cómo poner un preservativo o incluso que si nos drogábamos (cosa que no debemos hacer, decían) no compartiéramos agujas. A día de hoy la gente sigue sin diferenciar SIDA de VIH, o desconoce cómo se contagia o cómo van esos avances contra esta enfermedad. La gente mantiene también su serofobia: miedo, aversión, repulsa, discriminación y desprecio hacia gente seropositiva.

Los seropositivos son aquellas personas portadoras del virus. El virus en sí se llama VIH, de Inmunodeficiencia Humana. Es decir, que debilita el sistema que combate las enfermedades. Sin esta armadura, las personas con VIH se vuelven más vulnerables ante cualquier enfermedad y corren el riesgo de pillar un resfriado antes que cualquiera, por ejemplo.

Cuando alguien con VIH no trata su dolencia, no lleva un seguimiento médico con la correspondiente medicación, puede derivar a SIDA. Cuando el paciente advierte un conjunto de enfermedades (síndrome) derivadas del VIH, al no llevar tratamiento, pasa al último estado llamado SIDA (Síndrome de Inmuno Deficiencia Adquirida). Por tanto, una persona con VIH no necesariamente tiene SIDA, pero alguien con SIDA sí es portador del VIH, en ambos casos son seropositivos.

Los avances en todo este tiempo han sido gigantescos, llegando casi a la curación. Un paciente afectado de VIH, si se pone en tratamiento, nunca llegará a tener el SIDA. Con dicho tratamiento puede volverse indetectable, es decir, su carga viral se reduce al mínimo. Esto significa que si un paciente descubre su estado serólogico y se pone en tratamiento puede llegar al punto que este virus sea casi neutralizado, aunque seguirá siendo portador.

Corrientes científicas han llegado a demostrar que alguien con carga viral indetectable no es capaz de contagiar, pero siempre se recomendará el uso del preservativo. Todos y todas a estas alturas sabemos que se contagia por fluidos sexuales y por sangre, esto es, que ni por el aire ni por la saliva corremos peligro de contagiarnos. Toda fobia es irracional, pero las fobias sociales son las más dañinas, atentan contra personas. El grado de mezquindad aumenta cuando se trata de una enfermedad, pero ignorar que no existe riesgo de contagio, que ser portador no significa tener SIDA (estar enfermo) o que gracias a la ciencia alguien con VIH no puede ni contagiarlo… esa ignorancia debe ser frenada, con información útil.

Ya que todo el mundo sabe colocarse un condón o que no debemos compartir jeringuillas, va siendo hora que nos digan cómo va eso del VIH en 2018 con formación buena y clara en vez de tanto lazo rojo solo el día 1 de diciembre.

Un texto de Luis Alfonso Caravaca

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Recuerdo cuando era un crío, a principios de los años 90, cómo nos bombardeaban con noticias y anuncios de prevención contra el SIDA. Aquella oleada donde incluso enseñaban al alumnado menor de edad cómo poner un preservativo o incluso que si nos drogábamos (cosa que no debemos hacer, decían)...