Emigrar por una vida mejor
Debemos revisar la relación entre cooperación y emigración, acabar con algunos de los mitos que nos hacen concebir los flujos migratorios con desconfianza. Javier Saborido
¿Cuántas veces ha escuchado eso de “si queremos que dejen de venir pateras, invirtamos más en ayuda al desarrollo”?
Le propongo un ejercicio: de las personas que conoce que han emigrado de España desde 2007, piense cuántas acudían a comedores sociales, cuántas necesitaban el apoyo de alguna entidad solidaria, cuántas no pudieron finalizar sus estudios básicos, cuántas sufrían problemas de salud por una alimentación insuficiente… en definitiva, cuántas eran pobres.
Probablemente ninguna, ya que para emigrar se necesitan, entre otras cosas, medios económicos, salud y una formación educativa que te permita albergar esperanzas de ganarte la vida allá adonde emigras. Y, obviamente, cuanto más lejos quieras emigrar, más medios económicos necesitas.
Todas las investigaciones y estudios realizados sobre este tema confirman que esto ocurre y ha ocurrido en todos los lugares del mundo y en todas las épocas. La emigración a gran escala se da a partir de un cierto nivel de ingresos (y luego disminuye a partir de cierto nivel de ingresos, ver gráfico). ¿Y saben qué? La inmensa mayoría del África subsahariana no está en ese nivel de ingresos. Por tanto, esa vinculación que se realiza entre cooperación e inmigración es falsa, es mentira.
La realidad es que la cooperación, AFORTUNADAMENTE, hará que aumente la emigración subsahariana, ya que estas personas tendrán medios para emprender ese viaje que les permita aspirar a una vida mejor, que es la razón por la que (refugiados y exiliados aparte) emigran las personas. La ayuda al desarrollo es absolutamente imprescindible, y los indignantes hachazos presupuestarios que lleva recibiendo desde el comienzo de la crisis es una de las consecuencias más nefastas de los recortes, porque la cooperación al desarrollo contribuye a mejorar la vida de las personas más excluidas de este horrendo sistema, y por mil motivos más; pero uno de ellos no es frenar la inmigración.
Y repito: ¡afortunadamente!
La emigración es algo que hacen las personas cuando sus posibilidades personales son mayores que las que le ofrece el sitio donde viven, así que dejemos de ver la emigración como algo a evitar, como algo malo. Mala es la pobreza, la desigualdad, la injusticia; malo es que no te dejen migrar, malo es que tengas que arriesgar tu vida para aspirar a una vida mejor; malas son las vallas y las pateras, mala es esa millonaria y obsesiva restricción migratoria que vulnera derechos continuamente las normas éticas fundamentales, vía concertinas y devoluciones en caliente.
Por tanto, deberíamos rehacer la frase que encabeza este artículo: “si queremos que dejen de venir pateras, proporcionemos rutas de emigración seguras y asumamos una política migratoria diferente”.
Lee el Gente Corriente nº 2 al completo
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