En la norma lingüística mandan los hablantes. Si el uso de “portavoza” se generaliza, la palabra terminará formando parte de la norma. Como femenino de profesión la palabra está morfológicamente bien construida desde el punto de vista del marco formal, con su necesaria y preciosa desinencia al final.

Puede decirse “portavoza”. No será normal decirlo, de momento, como no era normal decir “jueza”, “fiscala”, “nazarena”, “banderillera” o “árbitra” y hoy día sí lo es. El uso popular y frecuente de esas palabras las ha normalizado. También será común decir “municipala”, “soldada” o “guardiacivila” —hasta hace poco, ni “guardiacivil” lo era —.

Nos guste o no, y a mí “portavoza” no me gusta, en cuanto el pueblo hablante la considere correcta y la haga suya, la voz será abrazada por la norma, que es la puesta en práctica de la lengua. Personalmente prefiero el uso del artículo, masculino o femenino, que ya está en la norma: “La guardiacivil”, “la juez”, “la soldado”… ¿Pero hace bien la señorita Montero en decir “portavoza”? Si le da la gana, sí, por supuesto. Y punto. Como aquella que dijo “miembra”.

Dicho esto, y a eso iba, a la infantería nos confunde el fuego de distracción. Nos aparta del meollo. Por eso lo usan. La delincuencia institucionalizada estudia con el demonio y nos hace desviar la mirada. Las panzerdivisionen mediáticas calientan motores con el crimen de la “portavoza” y el linchamiento de la asesina.

Todo lo agigantan y distorsionan intentando crear espacios de debate a donde llevarnos, alejados cuadriláteros donde echarnos a pelear: Ios palabros de Irene Montero, el disfraz de la concejala de Cádiz, las nevadas de Carmena, la mansión de Puchi, el fotomontaje del chaval del Cristo… hasta el papel higiénico de Venezuela y la beca de Errejón empiezan a resucitar de entre los muertos, ¡cómo verán la cosa!

El pueblo hablante, el que al final normaliza, se apuñala en los foros y se desangra en sórdidas peleas internáuticas sobre asuntos baladíes que los medios arrojan como despojos para tenerlo entretenido y apartado de lo más inminente, a saber: la imputación de la gürtelesa y la sentencia del duque empalmado, que están al caer. Y quizá algo más gordo.

No es grave usar una palabra hasta normalizarla. Lo grave es consentir conductas infames y convivir con ellas hasta que formen parte de la norma: la corrupción, la injusticia, la manipulación, el latrocinio, la poca vergüenza y el saqueo… y la más normal y dañina de todas: la estupidez

Por José Antonio Illanes

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En la norma lingüística mandan los hablantes. Si el uso de “portavoza” se generaliza, la palabra terminará formando parte de la norma. Como femenino de profesión la palabra está morfológicamente bien construida desde el punto de vista del marco formal, con su necesaria y preciosa desinencia al final. Puede decirse...