Los movimientos feministas tras el 8M están teniendo una visibilidad tremenda. En menos de cuatro horas son capaces de movilizarse no solo ante el flagrante caso de “La Manada”, sino también por situaciones de violencia hacia las mujeres en cualquier parte del mundo. Paralelamente a estas situaciones que tienen gran repercusión mediática, durante estos días los niveles de revictimización y paternalismo que hemos podido observar en relación a las protestas y denuncias de las mujeres marroquíes, trabajadoras temporales de la fresa en la provincia de Huelva, han alcanzado niveles insoportables y por eso ahora toca estar con nuestras hermanas migrantes.

Se trata de mujeres trabajadoras migrantes en situaciones de explotación y bajo múltiples focos de violencia en los campos andaluces. Para estos trabajos se contrata principalmente a mujeres que no han recibido una educación formal, mujeres menores de 45 años que dejan hijos menores de edad en Marruecos. Todo ello para poder someterlas, explotarlas y abusar de ellas con facilidad. Muchas de ellas no saben ni siquiera cómo se llama la empresa que las contrata ni cómo formalizar una queja. No se permite que las trabajadoras sociales y activistas entren a las fincas. Por eso los movimientos feministas tenemos que alzar la voz y luchar por estas trabajadoras, cuyas condiciones de trabajo y el trato hacia ellas es indignante. No podemos permanecer calladas porque:

  • Son trabajadoras sin derechos, mujeres sin igualdad, migradas sin justicia.
  • No somos ellas, no hemos estado en su piel ni en sus largas jornadas de trabajo.
  • No somos ellas, pero estamos con ellas y su lucha es nuestra lucha.
  • Sus manos son iguales a las nuestras y sus puños alzados también.
  • Sus vientres preñados y sus espaldas doloridas son iguales a los nuestros.
  • Su indignación y su ira ante la conculcación de sus derechos, ante el abuso y el silencio impuesto por los dueños de los campos son iguales a las nuestras.
  • Su resistencia a ser violadas es igual a la nuestra.
  • Su odio al agresor, el orgullo de su cuerpo, sus lágrimas, su rabia, son iguales a los nuestros.

Por todos los derechos que estas mujeres reivindican, para que sus luchas no sean cooptadas ni por los hombres en su empeño por dirigirlas, ni por nosotras por intentar protegerlas, tenemos que seguir denunciando y gritar fuerte: “Hermanas, nosotras sí os creemos”.

Por Tere Chamizo.

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Los movimientos feministas tras el 8M están teniendo una visibilidad tremenda. En menos de cuatro horas son capaces de movilizarse no solo ante el flagrante caso de “La Manada”, sino también por situaciones de violencia hacia las mujeres en cualquier parte del mundo. Paralelamente a estas situaciones que tienen...