Del futuro del sindicalismo depende nuestro futuro como trabajadores y trabajadoras, a pesar de que muchos trabajadores hoy no quieren oír hablar de sindicatos..

En estos días Jerez es protagonista de dos conflictos laborales de diferente magnitud pero que guardan relación con el futuro de las pensiones y la necesidad de fortalecer a los sindicatos. Por un lado, tenemos la lucha de Manuela Vargas, camarera de piso (o “kelly”) a la que el Hotel Tierras de Jerez adeuda la cantidad de 31.000 euros en concepto de indemnización y salarios no percibidos. Por otro lado, tenemos la huelga de la plantilla de Cines Yelmo (ubicado en el Área Sur), que aspira a negociar un convenio de empresa ante el bloqueo de la negociación colectiva de ámbito sectorial (el convenio andaluz del sector de salas de exhibición cinematográfica venció en 2010 y no ha sido renovado).

Uno de los aspectos más interesantes de estos conflictos son que implican la movilización de sectores de la clase obrera que tradicionalmente han estado fuera de las estructuras sindicales: jóvenes, en el caso de Yelmo; y camareras de piso, en el caso del Hotel Tierras de Jerez. En el caso de Manuela Vargas, parece que ha iniciado su lucha en solitario, concentrándose a las puertas del hotel para reivindicar sus cantidades. Su lucha, sin embargo, no solo ha sido un revulsivo para que sus compañeros de trabajo también se organicen, sino que coincide con iniciativas autónomas para forjar solidaridades en el sector de las camareras de piso. Nos referimos a la creación de asociaciones como Kellys Union Huelva o la Sección Sindical de CNT en el hotel Exe de Getafe, que dio lugar a un despido colectivo en represalia por la acción sindical. Se trata de trabajadoras en una situación altamente precarizada, en muchas ocasiones subcontratadas o en Empresas de Trabajo Temporal, unas relaciones laborales inestables, y muchas veces sin salario fijo (se cobra por habitación limpiada). La proliferación de asociaciones y luchas de kellys por todo el territorio nacional reflejan la alta necesidad que tienen las trabajadoras y trabajadores más precarios de organización sindical, pero también desvela la dificultad de que tiene el sindicalismo tradicional para actuar en este tipo de entornos marcados por la temporalidad, la externalización y el abuso empresarial constante.

Un informe de la UAB constata que el tiempo que pasan los adultos jóvenes de hoy con trabajos precarios es el doble que la generación anterior. La precariedad laboral está instalada en la sociedad actual.

En el caso de Cines Yelmo, la representación sindical corre a cargo de CCOO. En principio parece un conflicto laboral corriente: un grupo de trabajadores que quieren negociar un convenio para mejorar sus condiciones, unas condiciones que como ellos argumentan, “valen menos que un paquete de palomitas” en términos salariales. No obstante, lo interesante de esta experiencia son tres cuestiones: primero, se trata de una plantilla muy joven, gente sin experiencia sindical, que contrasta con la edad avanzada de la mayor parte de los cuadros sindicales; segundo, se trata de una empresa pequeña, del sector servicios, que contrasta con las grandes empresas de sectores industriales o servicios públicos en los que el movimiento sindical se encuentra más asentado; y tercero, se trata de una lucha ofensiva (conquistar derechos mediante un convenio) en un contexto en el que la crisis económica y la supuesta recuperación han implicado una pauperización generalizada de la clase obrera. Desde 2008 hasta hoy la mayor parte de las luchas laborales han sido defensivas (parar despidos, frenar regulaciones temporales de empleo, enfrentarse a reducciones salariales…) y ha imperado un clima de desmoralización en la clase obrera y de deslegitimación de las organizaciones sindicales.

En este sentido, experiencias como estas tienen un enorme potencial, pues tienen el valor de servir como ejemplos que contagien a otros grupos de trabajadores, restituyan las solidaridades de clase y devuelvan la confianza en las organizaciones sindicales. Aunque no hay duda de que una parte de la pérdida de confianza en los sindicatos se ha ganado a pulso, tampoco hay duda de que esta deslegitimación es producto de campañas mediáticas por parte de la derecha y el empresariado. En un reciente estudio analizamos cómo la prensa emitía un discurso fuertemente antisindical. Sin embargo, no basta con que haya nuevos grupos de trabajadores jóvenes y precarios que necesiten organizarse en sindicatos, también es preciso que los sindicatos tomen las decisiones estratégicas y tácticas necesarias para convertirse en el lugar de acogida para los trabajadores y las trabajadoras en el capitalismo flexible. A esto es a lo que se denomina renovación sindical, y ha dado lugar a una extensa literatura que recogemos en un informe de hace dos años.

Una de las cuestiones que hay de replantearse es el compromiso de las cúpulas de los sindicatos mayoritarios con la moderación salarial. Un compromiso adquirido desde el periodo de Transición que, en un principio, llevaba la contraprestación de mantener políticas estatales de bienestar en beneficio de la clase trabajadora (educación y sanidad públicas, subsidios, pensiones…). Esto se llamó corporatismo competitivo, porque consistía en asegurar la competitividad de las empresas españolas (limitando los costes salariales) a cambio de garantizar pactos corporatistas entre gobierno, sindicatos mayoritarios y organizaciones empresariales en torno a política económica y social.

El sindicalismo debe renovar sus estructuras, discursos y prácticas, enfocando su acción a la negociación colectiva.

En el contexto de crisis y políticas de austeridad, el poder sindical se ha visto tan debilitado que el recurso al pacto social ha desaparecido (gobiernos y empresarios ya no necesitan pactar nada con los sindicatos) y el empleo se ha precarizado tanto (salarios mermados, alta temporalidad, aumento de la contratación a tiempo parcial y otras formas de trabajo atípico que cada vez son más típicos) que la recaudación de la Seguridad Social ha descendido hasta el punto de pasar de superávit a un fuerte déficit. Esto conecta la cuestión de la revitalización sindical con el futuro de las pensiones. Independientemente de que la dificultad de mantener las pensiones esté siendo magnificada por la derecha y grupos de interés para atraer clientela a los fondos privados de pensiones, lo cierto es que el futuro de las pensiones está en suspenso. Pero este futuro no depende tanto de la reducción de las prestaciones a los jubilados como de la capacidad de la Seguridad Social para obtener ingresos, y eso solo es posible, entre otras cuestiones, por fortalecer los mecanismos de regulación del empleo y asegurar mayores niveles salariales. Y esta es, precisamente, la labor que un sindicalismo renovado puede y debe acometer.

En la medida en que el sindicalismo sea capaz de renovar sus estructuras, discursos y prácticas, enfocando su acción a la negociación colectiva a nivel de empresa y sector (como bien está haciendo la mayoría sindical vasca, formada por ELA y LAB), y en la medida en que pueda generar estructuras organizativas más democráticas que sean atractivas a nuevos colectivos de trabajadores, se podrá construir un auténtico contrapoder sindical. Detrás de esto irán las medidas políticas para regular el empleo, combatir los fraudes en la contratación y redistribuir la riqueza con políticas de bienestar, asegurando, entre otras cuestiones, las pensiones. Por eso los casos de Cines Yelmo y Marisa Vargas son tan importantes. Del futuro del sindicalismo depende nuestro futuro como trabajadores y trabajadoras, a pesar de que muchos trabajadores hoy no quieren oír hablar de sindicatos.

Un texto de Eva Bermúdez y Beltrán Roca.

 

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Del futuro del sindicalismo depende nuestro futuro como trabajadores y trabajadoras, a pesar de que muchos trabajadores hoy no quieren oír hablar de sindicatos.. En estos días Jerez es protagonista de dos conflictos laborales de diferente magnitud pero que guardan relación con el futuro de las pensiones y la necesidad...