La paz social
La “paz social” es el argumento (o fraude) que utiliza el poder para adormecer las conciencias. Mientras el pueblo intenta hacer realidad sus reivindicaciones pacíficamente, el poder utiliza todas las argucias legales e ilegales disponibles para convencer a asociaciones, jueces, fiscales, policías y medios de comunicación para que todo siga igual con el objetivo de perpetuarse.
En los últimos años hemos podido sufrir la alianza macabra que han unido a sindicatos, patronal y ejecutivo por el beneficio de unos pocos, generando desigualdad. Hemos comprobado que cada día hay más millonarios y que las fortunas de estos han engordado (el 1% de la población acapara el 82% de la riqueza), mientras que ha crecido la pobreza hasta el punto de que hay muchos trabajadores pobres, que no llegan a fin de mes, y muchas familias sin recursos que tienen que hacer uso de la caridad, la filantropía y la asistencia social.
Todo eso lleva a una sociedad que solo piensa en poder obtener los recursos para malvivir en lugar de para vivir dignamente. De ahí que no se movilicen y que no se tenga fe ni en políticos ni en los sindicatos, tachando a todos de corruptos cuando no todos ni todas significan lo mismo. Esa es la “paz social” que ha gestionado el poder. La resignación. La paz de un pueblo que subsiste sin salir a la calle a protestar por unos derechos que cada día cautivan las manos privadas y por los que hay que pagar, como el derecho al agua, la energía, la educación o la sanidad. Y si no pagas te la cortan, te quedas fuera de juego o pasas a engrosar las listas de espera.
Pero ojo, hay colectivos que no están de acuerdo con esta “paz social” y se movilizan. Algunos lo hacemos mientras aparece la corte de cipayos del poder para calificarnos de violentos y antisistema, a la vez que empiezan a detener a gente por pensar de forma distinta o por expresar sus opiniones, tanto en las manifestaciones, como cantando o rapeando, en una peligrosa espiral que mata a nuestra democracia y pisotea nuestras libertades.
Los políticos y el poder viven muy bien sin tener a gente protestando en las calles, pero hay en la actualidad ejemplos a seguir de cómo nos podemos organizar. Por un lado están las mujeres, que han dado un ejemplo de lucha, organización y transversalidad, y por otro estamos las personas pensionistas y jubiladas. Ambos colectivos no nos dejamos convencer con promesas vacías o mentiras de medio pelo y mantenemos el pulso de nuestras reivindicaciones. Todos nos debemos unir a estas reivindicaciones pues es el camino hacia una sociedad mejor, más justa e igualitaria.
Por Manuel Fernández.
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