El problema de las horas extras
Parece que las horas extras, en este país, los trabajadores las tienen que trabajar gratis. Según los últimos datos de la EPA, en 2017 se realizaron en España una media de 5.800.000 horas extras a la semana. De ellas, el 46,9% no se pagaron, ni se cotizaron ni, por supuesto, se compensaron con descanso.
El neoliberalismo nos ha convencido de que para trabajar hay que mantener una actitud de servilismo y de esclavitud. Pero, ¿quién es el culpable?
En mi vida he escuchado muchas veces: “Lo que tengo me lo he ganado yo trabajando dieciocho horas diarias”, y yo siempre he contestado: “ocupando el puesto de trabajo de otros, pues está haciendo dos jornadas”.
En la empresa donde trabajaba luché por acabar con las horas extras, pues siempre consideré que con el paro que había en esta ciudad teníamos que compartir el trabajo y el excedente de jornada. Entonces la empresa se sacó de la chistera lo que se llama “mayor dedicación”, que no es más que estar permanentemente en la empresa por algo más de dinero, acumulando horas que le detraes a la familia, al ocio y al descanso. Y con todos mis respetos hacia los autónomos: no se pueden normalizar las jornadas interminables que no tienen recompensa y que se pagan con la base más baja a la seguridad social. Son horas que les dejara una pequeña pensión con la que no podrán nunca jubilarse, trabajando eternamente en lugar de tratar de ponerse una jornada digna.
¿Quién se beneficia de esta situación? Los malos empresarios, clarísimamente. Y todos aquellos que hacen el avestruz ante esta situación: delegados sindicales, inspectores de trabajo, delegado de trabajo y, finalmente, todas las fuerzas políticas que no denuncian esta situación y se hacen cómplices del mundo empresarial para utilizarlas en un futuro comos puertas giratorias.
Luego se rasgan las vestiduras hablando de creación de empleo; de ese empleo de precariedad con contratos de dos horas y jornadas de dieciséis. Todo sea por acabar con las estadísticas del paro a cualquier precio.
Las horas extras no pagadas no cotizan en la seguridad social, son puestos de trabajos que se les roba a otros parados y que, en el año 2017, habrían generado 300.000 puestos de trabajo indefinidos. Si a todo esto le unimos las prácticas laborales y los salarios de miseria, acabamos arrastrándonos al esclavismo laboral, condenando a los pensionistas actuales y futuros y empujando a las nuevas generaciones a los planes de pensiones privados para seguir alimentando la codicia de los bancos. Es decir, los empujamos al insolidario mundo neoliberal
Por Manuel Fernández
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